Nos quedamos solos. Mientras tú te despedías de tu amigo yo
te observaba, eras tan perfecto. No me podía creer que ese momento estuviese
ocurriendo de verdad, solo tú y yo en aquel lugar rodeado por el mar. Empezamos
a pasear, recuerdo que intercambiamos un par de palabras y sonrisas un tanto
incómodas. Nos miramos, y note cómo tu mano poco a poco se iba acercando a la
mía, noté el roce de tus dedos y la calidez de tu piel, y cómo por dentro un
mar de sentimientos me abrumaba.
Sin decir nada seguimos caminando mientras tú esbozaban una
leve y tímida sonrisa con las comisuras de tus labios.
Nos paramos, el viento nos daba en la cara. Tú me mirabas
mis ojos y yo miraba los tuyos. Te fuiste acercando más y más hasta que pude
sentir tu aliento. Mientras me abrazabas noté el roce de tus labios sobre los míos.
Me besaste y yo te besé a ti. No sabría describir todo lo que sentía en ese
momento, pero sobre todo estaba completamente segura de que te quería, de que
la espera no había sido en vano.
De repente escuche un “¡No!” a lo lejos, dejaste de besarme
y me agarraste; volvimos a escuchar a misma voz diciendo “Esto es real no
puedes despertarte”; me agarraste más fuerte, pero fue inútil.
Abrí los ojos y allí
estaba, tumbada en la cama, en pijama y en frente ese cuadro de Nueva York que
hay en la pared de mi habitación. Miré la hora, 11.15 am, todo había sido un
sueño, fruto de mi imaginación.
Quise llorar, pero no pude. Te quiero, pero no
me vale solo con los sueños, te quiero en la realidad. Te necesito conmigo y
necesito que esos sueños algún día no conviertan la realidad en una pesadilla
en la que no quiero vivir.
Quiero que esos sueños se conviertan en realidad y
los sueños sean eso, solamente sueños.
No hay comentarios:
Publicar un comentario